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26 diciembre 2011

Marry You

No entiendo qué tienen estas cosas que paralizan a todo el mundo: adornos, vestidos, zapatos, pastel, música… ¡Bah! A l final sólo duran una noche y después todo termina mal. Bueno, la mayoría de las veces. Mi mejor amiga se iba a casar, después de unos años de relación con el hombre que ella consideraba su alma gemela.

     Su entrada al salón fue impresionante. Su largo y abultado vestido blanco se movía con gracia por el lugar, acompañada de un alto y apuesto hombre en traje.  Los aplausos retumbaban en el salón, seguidos de gritos y ovaciones de la multitud. Noté una sonrisa enorme en el rostro del nuevo matrimonio. Al parecer todo iba bien para ellos.

     Me fui a una mesa del fondo a pensar… Mentira, estaba en la mesa principal. Era un momento muy importante para la mujer que me acompañó desde la secundaria, quien fue mi compañera… y así fue como el mar de memorias comenzó. No lo quería pero llegó: recordé nuestras locuras de adolescentes, nuestras aventuras juveniles, nuestras salidas de adultos. Siempre estuvo ahí, conmigo, y yo estuve con ella. Ahora estábamos aquí, en un gran salón, con el hombre que ella amaba, comenzando una nueva vida. “Mi pequeña crece” fueron las palabras que atravesaron mi mente como el arcoiris que cruza el cielo tras un día lluvioso. Felicidad, felicidad era lo que sentía más que nunca en esos momentos.

     Salí de mis recuerdos por culpa de una lágrima que acarició mi mejilla. Una melodía comenzó a sonar y me hizo temblar de pies a cabeza. Esa canción. La canción que juró sería su vals el día de su boda. Noté su alegría en cuanto comenzó la pieza. Sonreía mientras se balanceaba de un lado a otro, sujetando a su esposo por el hombro y recorriendo la pista de baile al son de la canción.

      Dibujé una sonrisa falsa al ver a la pareja besarse al final del baile. Sí, eran celos. Desde que la conocí me enamoré de ella, y ese beso significaba que la había perdido para siempre. Pero no todo era malo. Ella era feliz, ¿qué más necesitaba? Me prometí que no intervendría en esa pareja tan hermosa y no lo hice. Ahora eran felices y era lo importante.

     El baile terminó y la mayor parte de la gente se había ido ya. Unos cuantos limpiaban, el hombre que recién se estrenaba como esposo recogía los presentes y unas cuantas botellas de vino que se quedaron en las mesas, y yo seguía robando galletitas de las mesas. Alguien me tomó de los hombros y me abrazó. Era ella. Lloraba de la felicidad mientras me agradecía por todo lo que habíamos vivido hasta entonces. Me dio un ramo y me dijo: “Es para la próxima boda. Alguna persona será muy afortunada por tenerte”. Sonreí mientras sostenía las flores contra mi pecho.





     Ella subió al auto con su esposo y se marcharon a algún lugar. Como las luces se apagaban ya, subí las flores a mi camioneta, me acomodé el vestido y me quité los tacones, dispuesta a marcharme a casa.



Título de una canción de Bruno Mars