Me parece curioso ver las
manecillas del reloj. Un paso, dos pasos, tres pasos… Y dan la vuelta al
tiempo.
Más curioso aún es que en cada paso de ellas perdemos un trozo de vida.
Vida que podemos estar aprovechando o desperdiciando.
Un segundo en el que alguien dice “Acepto”.
Un segundo en el que alguien dispara una bala.
Un segundo en el que alguien tiene un orgasmo.
Un segundo en el que un bebé llora por vez primera.
Un segundo de muchas cosas.
¿Y los segundos están conscientes de todo ello? ¿Sabrán ellos todo lo
que representa cada paso que dan?
Me gustaría, por una vez, que no existiesen. Que todo alrededor se
detuviera por cinco pasos, quizá más. Saber qué hacemos en cada instante de
nuestras vidas y simplemente vivirlo al máximo.
Sólo se vive una vez, eso es algo obvio, pero nunca pensamos cuándo
podemos dejar de hacerlo. Dejamos que los pasos del segundero sigan su ritmo.
Dejamos que los nuestros sigan de modo inseguro, pero… ¿Adónde van?
Eso
es lo interesante. Y eso es lo peligroso.
¿Estamos viviendo o sólo dejamos al tiempo correr?
Me gusta pensar que hay miles de personas haya afuera viviendo,
experimentando, sintiendo, pensando, probando. Y me gusta pensar que tal vez,
sólo tal vez, el resto lo intentará en algún momento.
Yo lo quiero intentar.
No, yo lo voy a intentar.