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19 mayo 2022

Philopseudes

 

Tal vez no podía decir que había sido amor a primera vista, pero su atracción cumplió con su cometido, pues ya se encontraba acostada junto a él. El encuentro había sido apasionante: ambos tardaron más en llegar a la habitación que en desprenderse de sus ropas. La química entre ellos fue increíble a lo largo del encuentro y el clímax llegó con una intensidad tan magnífica que hasta las jóvenes y enérgicas parejas los habrían envidiado. Ella quedó satisfecha, pero siendo honesta habría preferido un par de rondas más. Él se durmió casi al instante, por lo que no le preocupó nada más.

         Ahora sólo se encontraban en la habitación ella y sus pensamientos. El silencio se interrumpía con el ocasional ronquido del hombre dormido a su lado, pero, en general, el ambiente de la alcoba era sereno. Como no podía dormir, decidió recargarse contra la pared. Consideró masturbarse, pero pensó que su compañero se sentiría ofendido si despertaba y veía cómo terminaba el trabajo que él debía haber cumplido ya. Optó por solo quedarse sentada y observar a la nada.

         Miró a su acompañante: se veía en paz y un tanto orgulloso de su desempeño, pues una sonrisa altanera se asomaba en su rostro. Era guapo, sí, con un alborotado cabello que le hacía más atractivo a su parecer y parecía contar con suficiente condición física para soportar un encuentro como el que acababan de tener. Además, fue una persona encantadora cuando se conocieron; recordó todos aquellos cumplidos que le dijo a lo largo de la noche. “Eres hermosa”, “Qué bien te ves”, “Qué increíble figura”, “Eres una persona muy especial”, “Quiero estar contigo”, entre otras cosas. No iba a mentir, se sentía halagada cada vez que escuchaba uno de esos cumplidos.

         Miró el reloj; definitivamente ya era tarde. Se levantó para bañarse y vestirse nuevamente. En el baño contempló su reflejo por unos minutos. Tal vez sí era bonita: tenía una sonrisa linda y las personas siempre le chuleaban sus mejillas; no era delgada, pero tenía carne en los lugares correctos… Y no era por vanidad, pero sabía que los hombres miraban su trasero a donde sea que fuera. Sí, era atractiva… ¿cierto?

         Tomó un baño y al salir escuchó la puerta de la habitación cerrarse. Salió del baño y descubrió que estaba sola. Típico, como todos y como siempre, se fue. Ni siquiera dejó una nota; algunos lo hacían y se excusaban de mil maneras distintas, pero el resultado siempre era el mismo. Ella no era tan especial como le decían; no querían estar con ella; siempre eran mentiras y todos mentían.

         A ella le encantaba. La mentira la elevaba, se sentía única, se sentía sexy… Era especial. Hasta que el portazo de salida le recordaba que no lo suficiente.

         Uno más. En fin, tal vez algún día se encontrará a alguien que no mienta.