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28 diciembre 2016

New Year's Day



Esa noche aún no recibía un mensaje. El reloj marcó las doce en punto, momento en el que todos a su alrededor se levantaron y se abrazaron emocionadamente mientras gritaban: “¡Feliz año nuevo!”.

          La celebración no terminó ahí. Las parejas presentes se besaban tiernamente; las madres abrazaban a sus hijos, mientras que estos últimos intentaban salir del lugar a toda velocidad para encender sus juegos pirotécnicos. La emoción podía palparse en el aire, y las entusiastas sonrisas de los presentes lo demostraban. Ella miró su celular: ningún mensaje nuevo aún.

          El hecho de iniciar un nuevo año le proporcionó una pizca de esperanza. Siempre lo percibió así, desde que era una niña, y estaba segura de que no era la única persona que lo hacía. Nuevo año, infinitas posibilidades. Había tantas cosas nuevas por intentar, personas por conocer, experiencias por vivir… Todo podía ser diferente a partir de ese cambio de dígito en la fecha del calendario. 

          Nuevamente sus ojos se detuvieron en la pantalla de su teléfono: ningún mensaje nuevo aún

          ¿Qué estará haciendo él? ¿Habrá celebrado junto a su familia como cada año? ¿Habrá pasado un buen momento? ¿Estará emocionado por el nuevo año y todas esas posibilidades? ¿Estará pensando en sus propósitos? ¿Y en ella?

El reloj marcó la una. Ningún mensaje nuevo aún.

          Pensó en el año anterior y cómo, a pesar de todo, llegaron los buenos deseos mutuos tras una vibración de sus celulares, igual que el año anterior, y el anterior a ése. Ella sabía que este año sería diferente, pero dentro de sí mantuvo una pequeña esperanza, que se desvanecía poco a poco. 

          Lo peor fue que más temprano esa noche ella había escrito un mensaje: “Feliz año nuevo. Te quiero”. Era claro y conciso; eran cinco palabras que no resumían ni la mitad de lo que en realidad quería decir, pero que transmitían lo esencial. Justo antes de presionar la tecla de enviar, cerró los ojos, suspiró por un momento… y lo borró. Vio en la pantalla cómo su mensaje se esfumaba letra por letra, al igual que muchos otros que nunca envió. Así debía ser.

          El reloj marcó las dos. Ningún mensaje nuevo

Sólo que esta vez no hay un aún. Y no lo habrá.

Título de una canción de Pentatonix.

06 diciembre 2016

María



Odiaba el inicio de su libro favorito. Le parecía irónico, pero no podía evitar sentirse identificado con ello. Por esta razón lo leía una y otra vez.
          “Ya no intentaba evocar su recuerdo”.
           Y lo peor era que ni siquiera lo intentaba. Su recuerdo seguía ahí, siempre presente, quemándole el fondo de su mente, anudándole el estómago y apretándole el corazón.
          El tiempo había pasado desde la última vez que la vio. Se había cruzado en su camino casualmente, y ambos se miraron por unos segundos. Él recurrió a la vieja táctica de voltear la mirada, y fue cuando finalmente lo entendió: ocurrió lo que nunca quiso que pasara; lo que años atrás se prometieron ahí se quedó, atrás. Más que un baño de agua helada, él sintió como si sus pulmones hubieran perdido todo el aire acumulado.
          Ya eran dos extraños. Dos extraños que en otro momento compartieron todo. Dos extraños que se juraron siempre estar juntos, sin importar qué, para apoyarse mutuamente.
          Ese casual cruce de miradas demostró lo evidente: estaban lejos, y se habían perdido ya. Y él se odia constantemente por ello y se pregunta si ella también se siente igual. Aun así, en el fondo, no quiere saber la respuesta.
          Ella ya no está ahí.
          Y él sólo quiere verla una vez más.


Título de una canción de La Oreja de Van Gogh .