Esa noche aún no recibía un mensaje. El reloj marcó las doce
en punto, momento en el que todos a su alrededor se levantaron y se abrazaron
emocionadamente mientras gritaban: “¡Feliz año nuevo!”.
La
celebración no terminó ahí. Las parejas presentes se besaban tiernamente; las
madres abrazaban a sus hijos, mientras que estos últimos intentaban salir del
lugar a toda velocidad para encender sus juegos pirotécnicos. La emoción podía
palparse en el aire, y las entusiastas sonrisas de los presentes lo
demostraban. Ella miró su celular: ningún
mensaje nuevo aún.
El hecho de
iniciar un nuevo año le proporcionó una pizca de esperanza. Siempre lo percibió
así, desde que era una niña, y estaba segura de que no era la única persona que
lo hacía. Nuevo año, infinitas posibilidades. Había tantas cosas nuevas por
intentar, personas por conocer, experiencias por vivir… Todo podía ser
diferente a partir de ese cambio de dígito en la fecha del calendario.
Nuevamente sus ojos se detuvieron en la pantalla de su teléfono: ningún mensaje nuevo aún.
¿Qué estará
haciendo él? ¿Habrá celebrado junto a su familia como cada año? ¿Habrá pasado
un buen momento? ¿Estará emocionado por el nuevo año y todas esas
posibilidades? ¿Estará pensando en sus propósitos? ¿Y en ella?
El reloj marcó la una. Ningún mensaje nuevo aún.
Pensó en el
año anterior y cómo, a pesar de todo, llegaron los buenos deseos mutuos tras
una vibración de sus celulares, igual que el año anterior, y el anterior a ése.
Ella sabía que este año sería diferente, pero dentro de sí mantuvo una pequeña
esperanza, que se desvanecía poco a poco.
Lo peor fue
que más temprano esa noche ella había escrito un mensaje: “Feliz año nuevo. Te
quiero”. Era claro y conciso; eran cinco palabras que no resumían ni la mitad
de lo que en realidad quería decir, pero que transmitían lo esencial. Justo
antes de presionar la tecla de enviar, cerró los ojos, suspiró por un momento…
y lo borró. Vio en la pantalla cómo su mensaje se esfumaba letra por letra, al
igual que muchos otros que nunca envió. Así debía ser.
El reloj
marcó las dos. Ningún mensaje nuevo.
Sólo que esta vez no hay un aún.
Y no lo habrá.
Título de una canción de Pentatonix.