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01 julio 2015

Luces, Cámara, Acción

No podría dejar de temblar. Desde que la había liberado, su cuerpo se sacudía involuntariamente, pero al menos ya podía moverse con mayor libertad. Bueno, eso era un decir.

         Se había sentado donde el hombre con la cámara le había indicado, intentando seguir todas sus órdenes: voltea la cabeza, gira un poco el cuerpo, inclina menos la espalda, abre más los ojos, sonríe con más sutileza… pero no era sencillo. Las lágrimas no paraban de acumularse en sus ojos, mientras que el temblor de su cuerpo evitaba que se mantuviera en una misma posición por tiempo prolongado; frecuentemente perdía la postura a la que con tanto trabajo el hombre de la cámara intentaba llegar. Esto lo exasperaba.

         —¡Maldita sea! —gritaba antes de indicarle nuevamente cómo debía posar.

         La chica hacía su mejor esfuerzo. No quería hacer enojar más al hombre de la cámara, pues parecía que su temperamento era bastante explosivo. Justo antes de iniciar la sesión había gritado estruendosamente cuando su trípode no se mantenía firme y, en lugar de intentar repararlo, la escena terminó con el objeto siendo lanzado violentamente contra la pared y con el hombre de la cámara refunfuñando. Otra muestra de su temperamento se dio cuando descubrió que la chica había arruinado su maquillaje, pues en cuanto lo notó corrió hacia ella y le dio una cachetada tan intensa que hizo caer a la chica de su lugar; sólo para después gritarle que era una inútil y que corriera al baño a quitarse los manchones de rímel que se habían escurrido por sus mejillas.

         —Todo debe ser perfecto —decía el hombre—. El arte de la fotografía es más difícil de lo que muchos creen. ¿Lista?

         Un destello de luz inundó la habitación milisegundos después de que el obturador sonara como de costumbre. Clic. La mujer estaba muy nerviosa. Tenía la esperanza de que la fotografía fuera un éxito, pues ansiaba terminar con esa indeseada sesión. Estaba cansada y sentía su mejilla ardiendo después del golpe que recibió. No obstante, no podía evitar pensar en qué sería de ella una vez se hubiera conseguido la foto perfecta. ¿Tendría que aguantar más sesiones como esa o simplemente regresaría a su casa con su familia? En el fondo deseaba desesperadamente que fuera la segunda opción.

         —Es una pena —la voz del hombre hizo que la chica regresara a la realidad de golpe, casi había olvidado que él seguía ahí—. Tanto tiempo invertido aquí para no lograr la fotografía. Cielos, pensé que la lograría hoy, pero bueno, ya lo intentaré luego, ¿no, querida?

         Dicho esto, las luces se apagaron casi al instante. La chica no pudo evitar lanzar un gritito. Estaba asustada, nerviosa, no sabía qué hacer. Intentó tranquilizarse y agudizar sus sentidos para tratar de ubicar al hombre, pero no podía más que escuchar sus propios latidos y ver la densa oscuridad que la había envuelto en fracción de segundos. Quiso levantarse y correr como si  no hubiera un mañana, pero estaba tan asustada que sus muslos se sacudían sin cesar y sus piernas no le respondían; de golpe se sintió muy débil y pensó que si acaso lograra levantarse, no podría dar más de dos pasos antes de caer. La chica se quedó sentada un rato intentando adquirir fuerzas para moverse.

         Supuso que habían pasado sólo unos cuantos segundos, pero a ella le parecían horas. De repente, escuchó unos pasos cerca; seguramente era el hombre que por fin se había decidido de intentar encender las luces. Escucho unos clics más, hasta que el silencio se interrumpió por completo:

         —Ya lo intentaré luego.

         La habitación se iluminó repentinamente, pero esta vez no había sido un flash y el intenso sonido que retumbó en toda la habitación definitivamente no había provenido de un obturador.