Nunca entendí por qué las personas
disfrutaban sentarse tras el volante para conducir entre montones de coches y
calles estrechas. Preferiría mil veces tener que caminar y hacer lo que sea que
tuviese que hacer, pero por desgracia, mis actividades requerían de mis
habilidades al volante.
Desde
que abrí los ojos esta mañana supe que sería un excelente día. Había pasado
toda la noche anterior trabajando, organizando todo la investigación
de un proyecto que había empezado hace algunos meses, y verlo esta mañana
finalizado sobre mi escritorio me provocó una enorme sonrisa de satisfacción.
Eso, además de que mi sueño fue perfecto y mi desayuno, delicioso, me indicó
que definitivamente mi trabajo sería un éxito.
Conduje
con cuidado por las transitadas avenidas de la ciudad, y poco a poco fui disminuyendo
la velocidad conforme circulaba por calles menos concurridas. Si mis cálculos
eran correctos, llegaría a mi destino en menos de cinco minutos. Y así fue: en
poco tiempo ya estaba estacionado al final de una calle rodeada de casas similares,
pero había una en específico que me interesaba.
Me
bajé del auto y saqué una pequeña mochila que había preparado unos días antes. Busqué
en su interior unas cuantas cosas que sabía que iba a usar: guantes, un pañuelo,
entre otras cosas. Dejé con cuidado la bolsa en su lugar y me alejé del coche.
Me acerqué a la puerta y, con los guantes puestos, toqué el timbre. En cuanto escuché
el sonido corrí rápidamente y me oculté detrás de un gran árbol que decoraba el
frente de la casa. Según mi investigación, sabía que desde la entrada no me
vería, pero yo sí podría hacerlo. Escuché el sonido de la puerta abriéndose y
miré con atención.
Y
ella estaba ahí.
Aún
recuerdo la primera vez que la vi. Estaba en un supermercado haciendo mis
habituales compras de fin de semana y, mientras buscaba mi cereal favorito en
uno de los pasillos, una mujer preciosa se me acercó y me pidió ayuda para
tomar un cereal de la parte más alta de los estantes. Incluso recuerdo que eran
Froot Loops. Con la sonrisa más
hermosa que he visto y los ojos más brillantes que me observaron con un poco de
vergüenza en ese momento, ¿cómo podría negarle algo a esa damisela en apuros?
Con gusto estiré mis brazos y bajé la caja de cereales, se la entregué y ella
me agradeció sonriendo aún más, sólo para después alejarse para continuar con sus
compras. Y ahí fue cuando me enamoró.
Ahora,
ella estaba en la entrada de su casa, moviendo la cabeza y buscando quién pudo
haber tocado el timbre. Entonces supe que tenía que actuar rápido.
No
sé cómo mi cuerpo pudo moverse con tanta agilidad y sigilo a la vez. Justo en
el momento en que ella giró para entrar a la casa de nuevo, salté de mi
escondite y me acerqué velozmente a ella. Me sentí como un depredador
lanzándose al ataque para acorralar a su presa. La tomé con fuerza por la cintura
con una mano, mientras que la otra se encargaba de cubrir su nariz con el
pañuelo bañado en cloroformo, dejando a la bella mujer inconsciente. En la
naturaleza sólo se trata del más apto, ¿no? Cargué a mi víctima al interior de
la casa y cerré la puerta, no sin antes asegurarme de que había pasado desapercibido.
Pude
sentir cómo el corazón se me salía del pecho y cómo mi temperatura corporal se
había elevado, pero ya en el interior de la casa comenzaba a volver todo a la
normalidad. Ese chorro de adrenalina fue, de algún modo, placentero para mí. Fue
entonces cuando me di cuenta de que había logrado mi objetivo. Toda mi investigación,
desde descubrir el nombre de la mujer en apuros hasta su domicilio, su rutina,
la distribución de su casa y un efectivo método para dejarla inconsciente… Todo
había funcionado, y ahora estaba en casa del amor de mi vida, listo para
disfrutar su compañía. Seguramente ella estará muy feliz de verme cuando
despierte. Y también yo estoy muy seguro de algo: este es el mejor día de mi
vida.
Título de una canción de American Authors