A veces me
detengo a observar a las personas que me rodean. Están mis familiares, a
quienes aprecio; están mis amigos, a quienes molesto; están todas esas personas
quienes me caen mal y las que me son indiferentes. También hay una persona, a
quien no sé si debería llamar como tal. No estoy seguro de qué sea.
Ella es una niña única. Jamás conocí
a alguien igual. Recuerdo que mi primera impresión fue: “Tiene nariz de
cochinito”. Este pensamiento me causaba gracia; tanto que así etiqueté a esa
niña. Después de hablar con ella, me causó gracia su manera de reír. Me parecía
tan fresca, joven, auténtica. Solía picarle la pancita para hacerla reír. Me gustaba
que lo hiciera, pues yo reía también.
Por azares del destino, terminé
enamorado de esa niña. Hablamos por un tiempo, nos volvimos amigos y yo me
sentía atraído fuertemente a ella, al grado de renunciar a otras cosas, sólo
por ella. Fue un día 11 de junio cuando me armé de valor y, aunque no fue de la
manera más romántica, le pedí que fuera mi novia. Gracias a Dios, a Buda o a la
deidad que usted, lector, adore, me dijo que sí.
Aunque comenzó bien, los problemas
no tardaron en aparecer. Debo decir que todo fue mi culpa, y no me siento
orgulloso de ello. Mi necedad, mi aferro a ciertas cosas, mi insensibilidad y
mi egoísmo hicieron de la relación un problema constante. Sin embargo, esa niña
de la que les hablo siempre estuvo ahí, soportando cosas, haciéndome ver mis
errores, tratando de cambiar mis malas actitudes. Hubieron problemas, llantos y
discusiones, pero a pesar de todo los dos nos mantuvimos juntos, siempre.
Hoy, a un año de haber comenzado
esta relación, estoy muy feliz de haber superado tantos obstáculos. Un año
después de ese pequeño mensaje a las cuatro de la mañana, estamos aquí los dos,
juntos, felices y más enamorados que nunca. Este año, a pesar de tantos
problemas que pasamos, me dejo muy buenos recuerdos y experiencias que viví con
ella a mi lado. Todos esos abrazos, esos besos, e incluso las genuinas sonrisas
que ella me ofrece cada día hicieron de este año un año inolvidable.
Y sí, después de un año por fin
descubrí qué es ella. Sí, lector, ella no es una persona normal. Después de
todo el amor que me ofreció, la paciencia que me ha tenido, esa madurez que
ella posee para afrontar situaciones, me di cuenta de que no era la pareja de
un humano cualquiera. Soy la pareja de una mujer perfecta, y soy muy afortunado
de que se haya fijado en mí. Es increíblemente guapa, lista, de buen corazón,
educada y extraña, un equilibrio perfecto de todas las virtudes posibles. Ella
no es una persona normal. Ella es un ángel. No, ella es mi ángel y yo la amo
con todo mi corazón.
¡Gracias por todo, mi amor!
Título de una canción de Adele