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06 octubre 2018

Two Birds


He says he wants to as well, but he’s a liar.


El constante aleteo de su compañera lo aturdía con frecuencia. Ella revoloteaba a su alrededor tratando de convencerlo de volar lejos. Le contaba sobre sus viajes más allá del horizonte, donde los cielos y las cálidas brisas primaverales hacían que valiera la pena el esfuerzo; le describía hermosos escenarios que había visto con sus propios ojos a lo largo de los años; y, sin parar, lo alentaba a dejar ese viejo árbol frutal.

         Nada lo hacía cambiar de opinión: este pequeño pájaro disfrutaba su pequeña vida y le parecía casi ideal. ¿Cómo se atrevería a volar lejos y explorar esos rumbos desconocidos? ¿Qué había del peligro? Su compañera volaba con confianza y optimismo, pero él no podía darse ese lujo. Escuchó de las gigantescas aves que podrían aparecer y devorarlo al instante. También conocía historias de gordos y peludos gatos que de un zarpazo podrían acabar con él. Peor aún, ¿y si se encontraba uno de esos cazadores con su letal arma? El riesgo era infinito para un ave tan minúscula como él.

         Los reproches de su compañera no tardaban en aparecer. Aves más valientes que ella habían sido capturadas y enjauladas por esos terribles humanos, despojándolas de su libertad, y conservaban la esperanza de surcar los cielos una vez más. Él, por su parte, tenía el mundo a su disposición y se negaba a aprovecharlo.

         Me gusta mi árbol. Mi nido está aquí, se repetía sin cesar como si de un mantra se tratase, mientras veía a su compañera ir y venir… y su pequeño corazón se comprimía con cada repetición.

         Él sabía que daría lo que fuera por volar a su lado y ver el mundo. Todos esos lugares que su compañera describía sonaban paradisíacos y maravillosos, pero no eran para él. Sólo era una pequeña ave cuyo lugar era en su árbol, y así debía ser.

         Un día como cualquiera su compañera intentó convencerlo de volar a su lado. Sería un viaje largo, pero lo disfrutarían lado a lado. Sin embargo, y como de costumbre, el pequeño se negó argumentando que estaba cansado, pero prometió que la esperaría en ese lugar hasta que ella volviera…

         …excepto que cuando volvió, él ya no estaba ahí. Se perdió un día entre las garras del gordo gato que lo había estado observando en su nido: siempre presente, era una presa sencilla.

         Jamás se atrevió a volar y fue su vida lo que su miedo le costó.

         Desde entonces su compañera viaja por los aires mientras canta con la esperanza de volverlo a ver, ya sea en este cielo o en el siguiente.

  Basado en una canción de Regina Spektor.