He says he wants to as
well, but he’s a liar.
El constante aleteo de su compañera lo aturdía con
frecuencia. Ella revoloteaba a su alrededor tratando de convencerlo de volar
lejos. Le contaba sobre sus viajes más allá del horizonte, donde los cielos y
las cálidas brisas primaverales hacían que valiera la pena el esfuerzo; le describía
hermosos escenarios que había visto con sus propios ojos a lo largo de los años;
y, sin parar, lo alentaba a dejar ese viejo árbol frutal.
Nada lo
hacía cambiar de opinión: este pequeño pájaro disfrutaba su pequeña vida y le
parecía casi ideal. ¿Cómo se atrevería a volar lejos y explorar esos rumbos
desconocidos? ¿Qué había del peligro? Su compañera volaba con confianza y optimismo,
pero él no podía darse ese lujo. Escuchó de las gigantescas aves que podrían
aparecer y devorarlo al instante. También conocía historias de gordos y peludos
gatos que de un zarpazo podrían acabar con él. Peor aún, ¿y si se encontraba
uno de esos cazadores con su letal arma? El riesgo era infinito para un ave tan
minúscula como él.
Los reproches
de su compañera no tardaban en aparecer. Aves más valientes que ella habían
sido capturadas y enjauladas por esos terribles humanos, despojándolas de su
libertad, y conservaban la esperanza de surcar los cielos una vez más. Él, por
su parte, tenía el mundo a su disposición y se negaba a aprovecharlo.
Me gusta mi árbol. Mi nido está aquí, se
repetía sin cesar como si de un mantra se tratase, mientras veía a su compañera
ir y venir… y su pequeño corazón se comprimía con cada repetición.
Él sabía que
daría lo que fuera por volar a su lado y ver el mundo. Todos esos lugares que
su compañera describía sonaban paradisíacos y maravillosos, pero no eran para
él. Sólo era una pequeña ave cuyo lugar era en su árbol, y así debía ser.
Un día como
cualquiera su compañera intentó convencerlo de volar a su lado. Sería un viaje
largo, pero lo disfrutarían lado a lado. Sin embargo, y como de costumbre, el
pequeño se negó argumentando que estaba cansado, pero prometió que la esperaría
en ese lugar hasta que ella volviera…
…excepto que
cuando volvió, él ya no estaba ahí. Se perdió un día entre las garras del gordo
gato que lo había estado observando en su nido: siempre presente, era una
presa sencilla.
Jamás se
atrevió a volar y fue su vida lo que su miedo le costó.
Desde entonces
su compañera viaja por los aires mientras canta con la esperanza de volverlo a
ver, ya sea en este cielo o en el siguiente.
Basado en una canción de Regina Spektor.