Le gustaba mirar el cielo cada
mañana. Quizá porque cada vez que lo miraba encontraba algo diferente. No importaba
qué pasara, el cielo nunca sería el mismo. Ayer tenía un par de nubes
algodonadas y particularmente blancas; hoy tenía varias nubes dispersas y un
poco más de sol; mañana podría tener nubes grises. O podría no ver el cielo
mañana.
La
gente le decía que pensar eso era algo terriblemente negativo. Ella pensaba que
era algo realista. “¿Cómo puedes pensar eso?”, le preguntaban. “¿Y tú como
puedes asegurar que mañana estarás vivo?”, contestaba.
En
su interior sabía que el resto de las personas nunca se detenía a pensar lo que
la vida les tenía preparado. Todos hacían grandes planes. Todos querían
estudiar una carrera y conseguir su título. Otros planeaban trabajar en una
gran corporación y recorrer paso a paso el camino del éxito, o bien comenzar
por sí mismos una compañía que terminaría posicionándose como una de las más
grandes de la ciudad o incluso del mundo. Unos cuantos más ansiaban encontrar
el amor de su vida, casarse y tener varios hijos, que después tendrían sus
propios planes. Todo era hermoso al momento de planearlo. Pero ella no lo
hacía. Cuando otros le preguntaban qué quería hacer de su vida, ella sonreía
como una niña pequeña y contestaba “No lo sé”. Era considerada mediocre la
mayor parte del tiempo, pero ella era feliz. Ella sabía que todo podía pasar,
sólo que nadie se preocupaba por eso, todos se creían inmortales.
Una
enfermedad que te arruine la vida, un accidente automovilístico, un disparo en
medio de un asalto, ser alcanzado por un rayo… Y la lista continuaba.
Cualquiera de esas cosas podría ocurrir en todo momento. Un segundo y tu vida
terminaría. Un segundo más y la frágil casa de naipes que construiste con tus
sueños, planes y deseos se vendría abajo, tal como si una ligera brisa la
derrumbara. Un último segundo y todo acabaría antes de empezar.
El
futuro era invisible para ella. El presente era efímero. El pasado era historia.
¿Su favorito? El presente. A ella le gustaba vivir un día a la vez. A ella le
gustaba deleitarse con las cosas más simples pero más satisfactorias que se le
podían ocurrir. Le gustaba fotografiar a las personas que conocía; le gustaba
experimentar con la comida y descubrir sabores únicos; le gustaba tocar notas
sin sentido con el piano que su padre le había heredado, hasta encontrar una
combinación agradable. Todos los días de su vida se dedicaba a descubrir una
persona, un sabor, una melodía, un aroma… Algo que le recordara que su vida no
era para siempre.
Miró
el cielo nuevamente y notó que algunas de las nubes se habían esfumado ya, igual
que una parte de su vida que nunca volvería. Sonrió por un momento, justo antes
de comenzar a vivir un día más.
Título de una canción de Ellie Goulding